PRIMER PREMIO del Concurso de MICRORELATOS GETAFE NEGRO 2010
convocado por el AYUNTAMIENTO DE GETAFE.
¡QUÉ HORROR!
No era un fantasma quien surgió entre la niebla. Venía en mangas de camisa. Se acercó apresuradamente hasta mi coche. Era uno de los muchos conductores que, como yo misma, habíamos aparcado en la
cuneta esperando que la niebla se disipara. El pitillo que sujetaba entre los labios bailaba al son que castañeaban sus dientes. Golpeó con suavidad mi ventanilla e hizo señas pidiéndome fuego. No
parecía un tipo peligroso y yo me había quedado sin tabaco. Le dejé entrar en mi vehículo. ¡Qué horror! –dijo aterido, a modo de saludo. Me ofreció un cigarrillo y, cogiendo el encendedor del
salpicadero, lo encendió galantemente antes que el suyo. Me hizo reír con sus chistes sobre fantasmas. Pusimos música y coqueteamos. Niebla fuera, humo dentro. Entre vapores, quiso besarme. Cedí a
sus encantos. Siempre aprovecho ese momento para arrancarles la lengua de un bocado mientras hundo mis uñas entre sus vísceras. Prefiero cazar dentro del coche. ¡Hace tanto frío afuera!
"...también nos preocupamos del antes y el después del crimen. Cómo lo evitamos, cómo lo corregimos."
LORENZO SILVA
(Comisario de Getafe Negro)
PRIMER PREMIO Microrrelatos Certamen de Cine de ESCRITORES DE RIVAS
BESOS BLANCOS
¿Por qué me mira así? ¿Qué quiere que haga? Los tiempos cambian y hay que adaptarse. Apenas he estado cinco minutos con la otra. No tiene motivos para estar celosa. Nada va a cambiar entre nosotros.
Llevamos juntos treinta años y tenemos unos hijos maravillosos. ¡Diablos, ahora lo entiendo! ¿Cómo he podido olvidarme? Hoy es nuestro aniversario. Hace justo diez años que paseé, con ella de la
mano, por la alfombra roja del teatro Kodak de Hollywood. Fuimos a recoger el Oscar al Mejor Guión Original. Yo estaba muy nervioso, me temblaban las piernas y me sudaban las manos, pero ella se
mantuvo firme transmitiéndome su aplomo. Ni siquiera se molestó cuando olvidé mencionarla al recoger la estatuilla. ¡No tengo perdón! Sin más dilación, apagó la tablet que acababa de comprar para
sentarse solícito frente a su amada. Acarició con ternura sus ojos negros, y sació su boca con un beso blanco. Ajustó los márgenes, rebobinó la cinta, y la vieja Olivetti le sonrió de nuevo.
Concurso de MICROCUENTOS del programa HOY POR HOY de la CADENA SER. Año 2009.
TRAPALÍN
Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Era nuestro juego preferido. La abuela me perseguía alborozada mientras yo escondía el espejo. "¡Devuélveme el espejo, trapalín!".
Siempre estaba alegre, aunque dicen que murió de pena. Mis padres vendieron el viejo caserón familiar. Muchas familias lo han habitado desde entonces, pero a ninguna le gustaba jugar con el espejo.
Gritaban histéricos al encontrarlo bajo las almohadas o entre las conservas de la despensa. Echo de menos a la abuela. Ella no se enfadó conmigo cuando caí rodando por la escalera y se rompió el
espejo. Busco su sonrisa en el cristal quebrado, y sólo encuentro una mueca sombría.
BAJO EL RUMOR DE LAS OLAS
Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Tras descalzarlos, trepamos por la popa de la vieja goleta. Los piratas yacían ebrios sobre cubierta. Escondidos debajo del aparejo,
encendí una pequeña linterna. Mis dos pequeños grumetes me miraban temblorosos pero resueltos a recuperar nuestro barco y dar un escarmiento a aquellos malhechores. Súbitamente, se desató una
tormenta y el navío encalló en el arrecife. Los grumetes alcanzaron la costa asidos a la botavara. Agotados, se durmieron entre las velas. Yo desperté bajo el rostro severo de una hermosa sirena. Su
fingido enfado se disipó con mis besos. Escuchando el rumor de las olas, la acompañé hasta su lecho.
FINALISTA DE LA XIV EDICIÓN DEL CONCURSO
TODOS SOMOS DIFERENTES DE LA FUNDACIÓN DE DERECHOS CIVILES
Publicado en el libro del año 2009.
ABRAZADA A MIS ENTRAÑAS
La mujer asustada buscó a la niña que fui. La encontró risueña, a pesar de todo. “No permitas que te vea llorar” - susurró la pequeña abrazada a mis entrañas. La niña enjugó las lágrimas de la mujer
y me prestó su sonrisa. Con desparpajo infantil, tiró de mí hasta el estrado. Me acerqué a su señoría y esperé unos segundos a que, por fin, la mujer escondida volviera a mi lado. Le cedí la palabra
y, señalando al reo sentado a mi izquierda, contesté a la pregunta: “Sí, señor juez, aquel canalla es quien me ha pegado”.
TRISTE HADO
Apenas me he adentrado unos milímetros y ya me he contagiado de la melancolía de este páramo, de la tristeza de esta carretera de brazos prietos, de la aflicción del cielo mortecino que cubre, cual sudario, mi camino. Mis pies se ensucian con las cenizas de hojarasca que se esparcen por la lóbrega senda en que me interno. No hay luz ni esperanza en este oscuro túnel que sólo yo ilumino. Anhelo perder la cabeza entre unas sábanas de lino, o sumergirme en el heno de un pajar sombrío. En mi delirio, sueño que soy la estela de un cometa alumbrando el universo; mas, cuando despierto, me veo persiguiendo a una ráfaga de viento esquivo que juega a escabullirse entre la vegetación inerte que alimenta mi infortunio. A cada paso, se afianza en mí la sospecha de que soy el hijo bastardo de un promiscuo mechero rendido al vicio, o quizá, en el mejor de los casos, el lábil vástago de una vela llorona y decadente. Triste hado ser la brasa de un cigarro.
REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL